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Don Joaquín Davila y Mariño, natural de la Puebla del Caramiñal, escribano de número en propiedad en la villa y jurisdicción de Caldas de Reis, edificó la casa de baños Dávila en 1.780.

Haciendo honor a su primer apellido, y sin saber la razón de la transcripción gramatical de Davila a Dávila, hizo llamar a este establecimiento Baños Dávila. La casa de baños constaba de tres piscinas, una en la que cabían 12 personas y en donde se daban baños a 38º, también llamados “baños picantes”. Otra más pequeña con capacidad para 6 personas, en donde los baños eran a 32º y la tercera con la misma capacidad que la anterior, en donde los baños eran a 28º (baño templado).


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En 1.880 y con el establecimiento en manos de su sobrina María del Carmen Villa Noguerol, y a través de una importante reforma, la casa de baños Dávila se transforma en balneario, pasando a denominarse Balneario Dávila; se cierran las piscinas, se dota al local de 6 salas individuales con bañeras de mármol para preservar así la intimidad de los agüistas, 1 sala con baño de asiento con ducha vaginal, 2 salas dedicadas a tratamientos respiratorios, sala de enfriamiento y consulta médica.

Muchos años vino funcionando este establecimiento como Balneario Dávila, pero debido a grandes presiones que año tras año venían ejerciendo la numerosa colonia de agüistas tratando de conseguir el pernoctar dentro del mismo establecimiento de la cura de aguas, los propietarios de los manantiales, Don David Legerén Cespón y su esposa Doña Joaquina Paz Villa, decidieron hacer la edificación y una gran reforma en el edificio principal. El Hotel se inauguró en el año 1.923 y desde entonces viene funcionando como Balneario Hotel Dávila. 

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En el año 1.998, estando la propiedad a nombre de Doña Ana María Legerén Bayón y Don José Legerén Leirós, regentando el establecimiento Don Juan José Pereira Legerén, se hizo la, hasta ahora, última reforma, en la cual se afrontó el derribo total del interior del hotel, no así del Balneario, haciendo especial hincapié en la conservación del valor histórico y ambiental del interior, adecuando el establecimiento a la demanda de los tiempos, dotándolo de calefacción y cuartos de baño en todas las habitaciones.



El salón, con su sillería de principios del siglo XX, sigue guardando los secretos del lenguaje de los abanicos que manipulaban las señoritas de la alta sociedad en sus “puestas de largo”, bailes en los que todos los asistentes tenían que acudir con alguna prenda de color rojo, tomando así el nombre de “baile rojo”.

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Cabe también destacar la conservación en el Balneario del aparataje adquirido en el año 1.880 en pleno uso todavía en la actualidad, aportando a los bañistas la misma calidad terapéutica que ha hecho de las aguas del Dávila un lugar referente desde su fundación.

El empleo de las aguas minero-medicinales del Balneario Dávila, está documentado ya desde los más remotos tiempos, como lo prueba el hecho de haberse hallado en la arqueta del manantial, un ara votiva anterior a la dominación romana, reproducción que preside la fachada del balneario, que cuenta con la siguiente inscripción; “EDOVIO ADALVS CIOVTAI V S L M “ (Adalo o Adaio, hijo de Clovtai cumplió de buen grado el voto ofrecido a Edovio) Adalo o Adaio, hijo de Clovtai (nombre ante-romano) en agradecimiento a Edovio (Dios regional que, se creé, calentaba las aguas).

Por Caldas pasaba una de las vías romanas y seguramente los legionarios curaban con estas aguas las fatigas de los viajes y de los combates.

A través de los siglos, el pueblo vino utilizando estas aguas con fines terapéuticos, guiados para ello más por la experiencia que por indicaciones técnicas. La fuente termal, que en principio, como tantas otras era una simple charca, fue dotada, al paso del tiempo, de receptáculo para recoger la abundancia del chorro surgente, dotándole de caños para una más fácil recogida.

Fue tradicional durante muchos años el acarrear desde la fuente el agua hasta los domicilios para utilizarla en baños, siguiendo así una tradición, que, sin duda nacería en la edad media al ser utilizada el agua por los moradores y guardianes de la torre y fortaleza existente en la que hoy es la Villa de Caldas de Reis.

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